Porque naufragar no es morir.
Si vivir es un naufragio de muerte, ¿QUÉ ES LA MUERTE?. Para Juan Ojeda la muerte fue una esquina, la contingencia de sus pasos, la confrontación entre lentitud y velocidad; y, sobre todo, saberse a los 30 años doblemente rojo un 19 de noviembre con la poesía goteándole de los dedos. Hildebranto Perez, describiría a Ojeda con unos versos que Rubén Darío habría hecho para retratar el rostro de Machado: “Misterioso y silencioso/ Iba una y otra vez. / Su mirada era tan, profunda / que apenas se podía ver.”
Ojeda nació en Chimbote, el 27 de marzo de 1944. Estudió su secundaría en el Colegio Nacional San Pedro; lugar del que, cuando cursaba el quinto año, -cuenta Hildebranto Perez, sin precisar - llevado por una temprana inquietud social tuvo que escapar de la policía. “Salir, huir, untar el mundo con el mundo mismo/ Y ya no podremos/ abandonar de la mente lo mirado. ¡Oh! Huir, salir, durar/ en las vertiginosas moradas del acto”. En el intento de hallarlo allanaron el colegio, su casa y la de sus vecinos.