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lunes, 3 de mayo de 2010

HISTORIA DE UN AMOR


En medio de un verano te encontré
¿o fuiste tú la que me encontró?
Sabe siempre Dios ser tan exacto
con el tiempo para cruzar miradas
y encaminar destinos.


¿Recuerdas la primera vez que
estuvimos frente a frente?
Traías en los labios la delgada sonrisa
de una muñeca
mientras que yo soportaba en los ojos
la tristeza de un juguete roto.
El oleaje de tu risa me arrastró
hacia un mundo de islas dóciles,
de nobles criaturas, donde la tierra
floreció al primer beso.
¡Qué sabor tan dulce tuvo aquél
contacto de labios
embadurnado de ternura e inocencia!
Parecíamos dos niños descubriendo
el encanto del amor.
Nuestras manos eran tímidas
y tímidos también nuestros labios.
La calidez desbordante de tu mocedad
se convirtió en verdugo de mi pena
y ésta fue muriendo despacio, lento, leve…
Abrazado a tus dóciles pétalos
posé en ellos mi enjambre.
¡Al fin un rayo de luz rajando la coraza
azul de mi corazón!
¡Al fin la niebla fue desterrada
a un estanque repleto de silencio!
Tus manos de cisne derrumbaron
con dulzura los muros de la nostalgia
y aprendí a quererlas en su paso
perpendicular a través de mi llanura.
Serviste sobre mi mesa
un recital de sonrisas, delicioso convite
que no me he cansado de probar.
Has repleto nuestras noches con candelabros
para guiar mis excursiones hacia las cuevas
donde se hayan tus tesoros…
¡Amarte es soñar!
Sí, soñar prolongadamente
con el último capítulo de esta historia
donde mudados a un mundo sin pecado
la eternidad de Dios
santificará este amor.

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