Artemio Ocaña Bejarano, escultor santeño

En algún lugar de Macate (Santa-Ancash), el mundo ideal de Fidias y Lorenzo Bernini, vio nacer un nuevo prodigio, a quien dieron por nombre Artemio Ocaña Bejarano (1893-1980). Un escultor nato, que al ritmo de la magia de sus manos embelleció la cosmopolita Lima a inicios del S. XX con monumentos inspirados en ilustres personajes, cuyos pasos dejaron huella en el Perú. Su interminable inspiración lo empujarían a construir, en su tiempo, el monumento “más bello de la humanidad”.

Fue discípulo del escultor genovés Líbero Valente, quién lo instruyó en La Escuela de Bellas Artes, junto a Víctor Tesey, Luis Agurto, Juan Icochea, Raúl Pró, Jorge Muelle entre los más destacados[1] . Por su sobresaliente participación recibió una beca del Gobierno en 1920 para estudiar en Italia, con 20 L.P. de renta al mes. (En algunas ocasiones imperceptibles de la historia se subvencionó el arte peruano.)

A su regreso, y con las ganas puestas, se inicia, siguiendo el academicismo europeo, con el frontón del Palacio Legislativo y en su monumento a Petit Thouars, trabajo correcto, elegante, modelado con minuciosidad. Éste fue inaugurado el 7 de diciembre de 1924 en el Parque del Estadio, donde se personifica a Lima como una matrona con amplio manto y corona, en actitud de entregar agradecida un ramo de flores al almirante francés. (Ya sabrán por qué.)

En 1926, erigió otro monumento para restituir una obra destruida, 14 años atrás, en memoria del presidente, fundador del Partido Civil, Manuel Candamo (probablemente construida por Líbero Valente en 1912). Se dice que el mandatario, en un inicio, había sido representado de pie ante el sillón presidencial de mármol o sillón de Pizarro; y que “algunos meses después de la inauguración del artístico y merecido monumento… el silencio de la noche fue interrumpido por el estallido de una explosión. Un cartucho de dinamita había sido colocado sobre el sillón de mármol de Pizarro y la efigie del Presidente Candamo quedó esparcida en mil fragmentos en el suelo. Por uno de esos caprichos inexplicables que suelen ocurrir en las explosiones, el sillón de mármol quedó intacto…”[2] . Catorce años más tarde, otra vez, el civilista Leguía lo reinauguraría, en el mismo parque Neptuno (cerca al Paseo Colón). El Monumento a Candamo se representó otra vez de pie, pero sin el enigmático sillón presidencial de mármol.

Su ejercicio inexorable lo llevó a construir el colosal complejo escultórico en memoria a Los Caídos en la guerra del 41, ubicada en el centro del majestuoso Campo de Marte cuya estructura consta de 28 figuras en total. El 15 de octubre de 1943, bajo la presidencia del Ing. Ernesto Diez Canseco, se había abierto la sesión para concluir las premisas del concurso nacional para la construcción del importante monumento en homenaje de la Nación a "los caídos de la campaña" del año 1941 en el conflicto con el Ecuador. El ciclópeo trabajo de Ocaña fue el ganador. Entre encomios y reconocimientos fue catalogado como el “Monumento más bello de la Humanidad”, por la Academia de Internacional PONZTEN de Arte, Ciencia y Literatura con sede en Nápoles, Italia. El éxtasis de su obra maestra lo llevarían al clímax de la trascendencia al recibir de las manos del príncipe Dr. Ciro Punzo de Manzanillo, presidente de la academia, el merecido collar académico y la gloriosa medalla de oro en mérito al grupo “La Patria” del conjunto monumental.

Esta obra magistral, que exalta la fe patriótica y refleja claramente el clima bélico de aquellos tiempos, deja ver en la parte frontal la pieza clave del monumento, La Patria. La cual alberga 14 figuras en acción combativa donde La Victoria conduce a los soldados entre heridos y muertos. Ella eleva sus brazos sutilmente hacia el cielo mostrando la pasión y deseo de curar a los compatriotas heridos y devolver el halo de vida a los fallecidos. En esta escena se desprende un evidente estilo renacentista tanto en la elegancia del  atuendo y curvas sinuosas de La Victoria, como en el talante audaz y arrostrado de los soldados. En la parte posterior, se ubica La Confraternidad, donde se observa a dos jóvenes ex-combatientes, peruano y ecuatoriano, estrechando sus manos, y a la Patria, que les invoca a la paz. En ambos laterales superiores, por separado, se encuentran las esculturas broncíneas que personifican a La Justicia y El Derecho. En el centro del edificio la lámpara votiva o pebetero es suspendido por cuatro cariátides, expresando el destello de la primacía de la paz en su conjunto. En ambos laterales inferiores, se simbolizan dos torrentes de agua, a la derecha El Amazonas representado por un joven de rasgos indígenas cuya fuerza sostiene del cuello a una boa que a la vez se enrosca amenazante en las piernas de él; a la de la izquierda El Marañón, sentado con un lagarto y un mono. Finalmente, en la cima se encaraman las seductoras figuras de las tres provincias en litigio: Tumbes, Jaén y Maynas.

Parece ser que a nuestro amigo Ocaña le había venido a bien reemplazar ciertas esculturas, La historia se volvió a repetir como con Candamo en el Monumento a Bolognesi ubicada en la plaza homónima, ya que en 1954 el General Odría decidió reemplazar la antigua figura de Bolognesi considerada derrotista[3] por la de Ocaña Bejarano[4] que parecía estar en mejor estado. “Según los trascendidos de la época, a juicio del general y de las autoridades castrenses, aquel Bolognesi con la cabeza gacha, aferrado a la bandera y a punto de desplomarse tras ser mortalmente herido parecía un borracho…(por eso) el 7 de junio de 1954 el monumento amaneció cubierto por un velo blanco y horas después los limeños tuvieron ante sí la nueva efigie, obra del escultor peruano Artemio Ocaña, que es la que hoy vemos al pasar por la plaza Bolognesi.”[5] Era de esperarse que la mutación del monumento produjese ciertas voces a favor y otras en contra. A favor, quienes creyeron librarse al fin de aquella expresión de resignación y desaliento de la representación original; en contra, los admiradores fieles del arte, que consideraron de menor calidad artística la plasticidad de Ocaña y arbitrario al exonerar la verídica visualización del sacrificio triste y supremo al momento de la entrega.

Después de todo, lo cierto es que Ocaña no ponía mucho tesón al momento de reemplazar o restituir monumentos como sucedió con Candamo y Bolognesi. Ya que el verdadero furor catárquico de su arte y metodología se encontraban en sus decisiones vírgenes de reordenar la realidad. La sublime evidencia no se encuentra en otro sitio sino en Campo de Marte.

Artemio Ocaña no sólo trasladó su dotes a los construcción de monumentos de atracción citadina, también hizo algunos otros bellos encargos, como el descollante Mausoleo de Eloy G. Ureta (1967) en el Presbítero, obra de cierto gusto impresionista y aderezado con toques mussolianianos; entre otros.

Por Juan Antonio Alvarez Gavidia
http://twitter.com/JuanAntonioAG

Fuentes:

ESCULTURA MONUMENTAL Y FUNERARIA EN LIMA. Alfonso Castrillón Vizcarra. Lima, 1991.

Diario El Comercio

http://www.munijesusmaria.gob.pe/distrito-parques.php

http://wikimapia.org/1483138/es/Plaza-Bolognesi
http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=765666
http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=917320
http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=54212391

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[1] En 1922, los 250 alumnos de la Escuela se encontraban bajo régimen militar, ejercitándose en los variados trabajos escultóricos, desde la modalidad de la cera perdida hasta la fundición de grandes estatuas. Variedades, 16 de febrero de 1924, n 833, p. 422.
[2] JARDINES DE LIMA. PARQUE NEPTUNO. En Ciudad y Campo, n. 17, abril y mayo, 1926, p. 3.
[3] En 1902, la Liga de Defensa Nacional organizó un concurso de escultura para el monumento. El Proyecto ganador fue el del español Agustín Querol. La escultura de buen ritmo y buena proporción, al parecer, se veía teñida por la influencia Art Nouveau.
[4] La escultura original de Querol se encuentra en el Museo del Real Felipe.
[5] En memoria del viejo coronel. Francisco Sanz Gutiérrez. El Comercio. 7 de junio del 2008.