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jueves, 8 de septiembre de 2011

Sobre “HOMBRES DE MAR”, y de cómo su autor me hizo ser más de aquí. (*)




Fue en el 95’ cuando llegué a Chimbote. Tenía apenas ocho años. Un cielo tiñéndose de fortísimo anaranjado me dio la bienvenida. Calles convulsas, rostros festivos, vivarachos, ásperos, trajinados. Arquitectura parca y polvosa. Prostitutas amarillentas y de una inocencia salvaje en las esquinas. Gente de acá para allá, mucha de ella empezando a “carcomerse por la neurosis”, como diría Ginsgberg. Gente dedicándose a todo. Chimbote ya no vivía sólo de la pesca; los centros comerciales lo invadían a zancadas. Y al fondo de todo, el mar, como un batracio gigante respirando herido bajo archipiélagos de basura. Aguas pétreas que ya no varaban criaturas como joyas platinadas ni acunaban bañistas que semejantes a una bandada de pardelas otrora arremetían alegremente en lo insondable de una felicidad a ciegas. El mar, una pétrea cornamenta inoída, un vientre anchuroso en el que cabíamos todos sus hijos, hasta los bastardos que lo utilizaban inmisericordemente para sus turbios negocios, y aunque estropeado para siempre, con un poder que nos sigue jalando como imanes milenarios, a su lenguaje efervescente que neutraliza toda incomprensión y anatema humano. ¿Quién puede ser más insondable que tú, mar?, ¿quién puede tener todas las respuestas en tu no respuesta?, ¿quién puede darnos esta paz sino tus sales que nos embisten como chicotazos de sabiduría?, o como diría Morillo: “¡El mar!, ¡qué secretos y misterios nos guardará el mar!” 


Mamá me llevó a conocer el mar de Chimbote desde el Malecón Grau. Su suciedad era como profundos surcos en un rostro aunque no anciano, ya vivido velozmente. ¿Qué guardan esos surcos?, me preguntaba, ¿qué historias? Un mar tan triste no puede ser gratuito. Su rugido quebrándose contra el empedrado aún parece emular ciertas voces sucumbidas. Fue el mar de Chimbote lo que me hizo pertenecer aquí inmediatamente. A mí, que vine de un momento a otro a vivir de repente sin que lo decidiera, abandonándolo todo. Fue este mar lo que construyó en mi una cierta forma de hogar, el tallo en la cima desde el cual agarrarme y no caer en el abismo de sentirse un completo extraño en una ciudad ajena y turbulenta. Pero más allá de ese bálsamo, como foránea y como muchos niños y jóvenes que el tiempo de nacer nos hizo llegar “tarde” en la historia, muchas veces de la más azarosa de nuestros pueblos, me sentía desencajada; seguía siendo una foránea. A esa especie de hogar le faltaban columnas para sostener un techo tan pesado como una realidad tan cruda. “¿Qué es el ser humano sino un extraño siempre en un mundo que lejos de transitarlo nos transita?”, me lo preguntaba en varias oportunidades. Y es que no podemos pertenecer verdaderamente a ningún lugar si no “existimos” de alguna forma en su historia, si no conocemos a sus protagonistas, a sus hacedores de carne y hueso, héroes o villanos, opresores u oprimidos. La realidad sin pasado no está sino condenada a ser una búsqueda sin consecuencia. Existir en la historia, más allá de la documentada formalmente. Sí, los jóvenes sabemos del boom pesquero, la explosión demográfica, los choques culturales, las luchas sociales de los 70’, la depredación, el flagelo del narcotráfico, la represión autoritaria, etcétera y etcétera. Sabemos, pero en realidad no sabemos nada. He ahí que sólo artes tan maravillosas como la literatura tienen un poder tal, capaz de darle vida a una cronología académicamente fría y de formas homogéneas, para darle relieve, sangre, pulmones, a tal punto de remecer las conciencias de quienes no estaban o no existían aún en esas épocas y despertar el sentido de pertenencia. Ella a través de la ficción nos pone en tiempo real frente a frente a sus personajes, sus situaciones, su idiosincrasia, que forman parte de nuestro espejo infinito; una experiencia que a través de una buena pluma es incomparable a leer cualquier documento de distinta naturaleza cuya trascendencia será siempre limitada. He ahí que la literatura es capaz de hacernos vivir en la historia, y he ahí la responsabilidad del escritor, de despertar o sepultar ese sentido de pertenencia como cuando se aborda -en este caso- la historia de un pueblo tan complejo, rico, y cáustico como el de Chimbote. Es por eso que, por ejemplo, “El zorro de arriba y el zorro de abajo” penetra como un rayo, en comparación de cualquier estudio académico. Sólo la literatura puede hacer que la historia sea siempre un presente, una memoria viva, mientras que lo demás está signado a tenerse siempre como un pasado o un fósil que no penetra lo suficiente en el alma del ser humano. Es por eso que, aunque ficción, la novela de Arguedas se ha consolidado como uno de los pilares de la época del boom pesquero, incluso con mayor autoridad que cualquier documento histórico. 

En ese sentido, siento que Óscar Colchado ha escrito el libro que le faltaba a Chimbote. No sólo para quienes como yo que llegamos “algo” tarde a los puntos neurálgicos históricos de nuestra ciudad, sino, sobre todo, para quienes presa de este fenómeno colectivo de “amnesia civil” –por denominarlo de alguna manera-, que es la causante de la reincidencia de nuestros errores, solemos olvidar por qué lucharon nuestros pueblos, cuánta sangre tuvo que ser derramada para sentar las bases de lo que ahora siquiera se encuentra reconocido formalmente, la lección de no volver a tolerar regímenes autoritarios, perversos y de corrupción implacable, como hace poco estuvimos a punto de elegir uno, salvándonos por milímetros. 

“Hombres de mar” es una descarnada radiografía ficcional de nuestra historia desde los 60’ hasta la quiebra del gobierno fujimorista, podría decirse; pero más allá de eso es la belleza de la rebeldía, de la inconformidad, la voz del insurgente, de los héroes olvidados, y claro, nuestra conexión con fuerzas incorpóreas como la mitológica que como bien diría Colchado “sólo se modernizan”, a pesar de vivir en una época en que la razón exige endiosarse. 

Mediante una prosa vigorosa (a la temperatura de los propios tiempos caóticos de los 70’s, que es la década donde más se centra la novela, donde las represiones y las situaciones límites están a la orden del día con el gobierno bermudista y las luchas sindicales), y con un respeto tal a sus personajes que la voz del autor muy pocas veces asoma, abriéndolos en la desnudez y crudeza de toda su idiosincrasia, imaginario y lenguaje, inocencia y rapacidad, a manera de un caleidoscopio; sus personajes, presas de esa fiebre política y social convulsas, luchan por encontrar su señuelo como un modo de ser salvados, siendo más que nunca ellos mismos, pagando las consecuencias, llegando incluso a perderse para siempre de sí mismos como Barrios o Rojitas, este par de estudiantes, que ante la frustración frente al poder opresor que termina inmolando a sus compañeros y aplastar una vez más el clamor de justicia popular, impotentes ante la buena fe de sus ideales, terminan plegándose a las filas terroristas. Así pues, una novela de los extremos contrarios y de muy pocos medios, como la misma época lo exigía. El autor se cierne sobre ella como el ojo de un huracán que va desentrañando todo lo que va arrasando a su paso, la polarización del ser humano en contextos desbordantes. Así, podemos tener de un lado a un Pedro Chinchayán, insobornable en sus principios justicieros, luchando contra toda fuerza política opresora con la finalidad de revolucionar humanamente el sistema y obtener para su pueblo una vida digna, llegando a fundirse cual alimaña en la clandestinidad y padecer en “El frontón”, perseguido a muerte; y en el otro extremo, a un “Muki”, empresario pesquero y narcotraficante sin escrúpulos, que a pesar de haber llegado a Chimbote tan pobre como el otro y padecido los yerros de ser un subalterno sin derechos, tiene una idea diferente de justicia para consigo mismo y para la gente del pueblo, de obtener el poder a toda costa, así tenga que enlodarse tal y cual lo hacen los “dueños de este país” de los que tanto reniega, e irse inclusive hasta contra sus propios hermanos, los hombres de mar. Es decir, mientras unos se pervierten en una suerte de anarquía como el Muki, otros ascienden en sus principios, como Chinchayán. Y claro, también está la figura del oprimido que no va hacia un lado ni hacia el otro, y que vive condenado a plegarse siempre sin voluntad alguna, como el personaje de Morillo. Una pugna que se refleja desde escalas menores, como al interior de un colegio, las rencillas amorosas, las pandillas, hasta las mayores en las que se ven involucrados los intereses de todo un país. 

Pero sobre todo ello, planeando como una esplendente gaviota, nos encontramos ante la recreación ficcional de una conmovedora lección de unidad, como pocas que se registran en nuestro país: el paro nacional del 19 de julio de 1977, que no sólo congregó pescadores, sino gente de diversa procedencia y oficio, todas las sangres, en un firme rechazo a las implacables medidas dictadas por el gobierno de Morales Bermúdez contra los trabajadores y la masa más vulnerable de nuestro país, favoreciendo descaradamente a los principales grupos de poder económico, dejando decenas de muertos, heridos y desaparecidos. Una lección que enciende acaso parte de lo mejor que podría rescatar el ser humano, el sentido crítico, inconforme, pero sobre todo, el de hermandad ante la crisis y la carencia. Una novela que, inevitablemente, nos hace traspasar lo literario como un logro estético sino humanístico, y que nos hace sentir menos apátridas, ser más de aquí, como lo ha hecho conmigo. 

Siento que, he hallado un poco más mi hogar.

(*) Palabras pronunciadas el 02 de septiembre de 2011, en la presentación de “Hombres de mar” de Óscar Colchado Lucio en Chimbote.


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Un agradecimiento especial a Denisse Vega Farfán por permitirnos compartir este ensayo, que quizá represente, las emociones de más de un joven chimbotano, que a veces se siente foráneo en su propia tierra. 

4 comentarios:

  1. Muy poco Colchado en esta nota.
    Luis Vásquez C.

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  2. Excelente pieza. Empecé leyéndola con la expectativa de encontrar mucho del buen Oscar, pero encontré algo diferente. Me sumergí en una lectura interesante. Muchas Gracias. Trataré de conseguir el libro. Felicitaciones por el escrito!!

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  3. El blog es bueno, la lectura tambien se ve asi.

    cheka el mio haber si te parece bueno

    www.musiqae.blogspot.com

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  4. muy interesante y daame una chela

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