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domingo, 13 de noviembre de 2011

Juanito

Cuando te vi sonreír supe que no eras
un espantapájaros crucificado en esta ciudad dentuda.
Tenías esa mueca triste con la que el mundo
disfraza su dolor eterno.
Corriste con la garganta apretada
para no asfixiarte en el aliento oscuro del mar.
Tu cajita de dulces hablo por ti,
seguro porque tu lengua se la comieron los ratones.
¿Por qué te ignoran en la calle los estetas
y los límpidos se espantan con tus ojitos puercos?
¡Si eres carne de algún barrio olvidado por Dios!
Juanito. Juanito. Balbucea.
Su voz abre una grieta en el universo
y ese nombre: JUANITO
se empoza en el aire como el clamor
hiriente de un fantasma
condenado al cautiverio de su propia sombra.
Cuántos kilómetros de tierra
adelgazan esos mugrosos llanques
que te llevan hasta el corazón mismo del dolor.
Quizás no hemos aprendido a mirar aún
lo que hay en el lomo de Dios,
Somos fantasmas también
cohabitando en las penumbras
de la misma cloaca.
Camina Juanito, piérdete en
el silencio brutal de los hombres
que no escuchan el tic – tac
doloroso de tu corazón.

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