Son las 9:33 a.m. A esta hora sólo estamos mi madre y yo en casa. El viejo se encuentra en ACERINA, cumpliendo sus labores cotidianas al frente de su máquina tubera. El pequeño Arturo está en la escuela. Katia, la menor de mis hermanas, asiste a la universidad por las mañanas; en un año se graduará de abogada con todos los honores. Mi padre adora a Katia, la engríe como si fuese una niña: compra todo lo que ella le pide, accede a sus caprichos con una dulzura impecable y le ha otorgado la libertad para que pueda salir a divertirse los fines de semana y llegar a casa a la hora que le plazca. A mí no me disgusta que el viejo sea tan desprendido con mi hermana, por el contrario, avalo su decisión, pues Katia hace los méritos suficientes - ocupando el primer puesto en su clase durante los ciclos que lleva cursados - para merecer todas esas gollerías.
Es más, si yo no fuese un comechado empobrecido por esta ridícula disfunción anímica en la que he caído, también premiaría su esfuerzo. Lo que me jode es que el viejo le ha entrado, últimamente, a la costumbre de compararme con Katia; algo de lo que yo, según él, debería sacar provecho, pues mi dulce hermana es un ejemplo de esmero y dedicación; máximas que le han valido para alcanzar su "consolidación" académica. El pronóstico del viejo es cien por ciento optimista cuando se trata de Katia; él está segurísimo de que su adorable hija se convertirá - apenas termine la universidad - en una destacada abogada. Yo, en cambio, soy la cara opuesta de la moneda; nunca me atrajo la vida universitaria, a pesar de conseguir un decoroso tercer lugar en la lista de ingresantes a la carrera de periodismo, postular a la universidad fue más un acto de subordinación ante mi padre que una verdadera vocación estudiantil. Recuerdo la cara del viejo cuando se enteró de mi ingreso. Estaba feliz, orgulloso; tanto que le hablaba a sus amigos de mi logro como si fuese una hazaña. Por varias semanas se desvivió en halagos y premiaciones conmigo; primero encargó a mamá preparar un suculento almuerzo a base de mis platillos favoritos (papa la huancaína de entrada, ají de gallina como plato central y su buena chicha morada heladita) para agasajarme por aquél importantísimo "tercer lugar", que, hasta hoy, nadie en la familia ha podido superar, pues ni siquiera Katia alcanzó tal galardón y tuvo que conformarse con un deslucido onceavo puesto en la lista de ingresantes a derecho.
Luego el viejo me obsequió una moderna computadora (al menos en ese tiempo tenía esa condición), compró un montón de ropa y finalmente redondeó su histórica benevolencia aperturando una cuenta en el banco a mi nombre, con un depósito inicial de cincuenta soles, prometiendo engordar la cuenta mes a mes, hasta reunir una cantidad de dinero que asegurase los gastos futuros de mi graduación, tesis y cursos de especialización. Pero yo no quería ni podía - aunque lo intentaba - soportar el ritmo de vida universitario. El primer ciclo reprobé dos de las seis materias que se dictaban; un buen promedio en comparación con los resultados que obtuvo Adrián, el cómplice que tuve en la universidad para todas mis andanzas, quien apenas salvó un par de cursos. Cuando recibí mi boleta de notas entré en estado de shock; cómo podía ser posible que el excelentísimo Rodrigo jalase dos cursos, habiendo sido en la escuela un alumno destacado. Era humillante verme superado por una tira de "pateros" y arribistas, que sin el menor escrúpulo le rendían pleitesía a los docentes, como si se tratase de dioses, con tal de obtener una nota aprobatoria. No me lo creía y seguro que el viejo tampoco iba a sentirse muy feliz al ver mis calificaciones. Conociéndolo, lo más probable es que me hubiese dado una buena tunda de latigazos.
- !Ey!, qué tienes huevón, despierta..., me dijo Adrián viéndome atrapado en mis pensamientos...
- Si mi viejo se entera que jalé dos cursos me saca la mierda, respondí preocupado.
- Te asustas por las huevas, yo estoy peor que tú y no me hago paltas... Este problemita lo arregla "el moñero" en un dos por tres. Vente a mi casa por la tarde para ir a verlo... !Pero cambia de cara, pues pendejo! Hoy es el tono de fin de ciclo y tenemos que romperla...
Esa noche, justo cuando iba a traspasar la puerta de la casa para enrumbar hacia la discoteca "La Garza", donde ya me esperaban Adrián, Karla y Marilyn, fui interceptado por el viejo: "Rodrigo, espera un momento", me dijo. En ese momento pensé lo peor: "!Ya me jodí!. Seguro el viejo se dio cuenta que la boleta de notas es falsa. Si ya le había dicho al pendejo de Adrián que esto no resultaría". Juro que por poco y me pongo de rodillas a pedir perdón; mi conciencia, que hasta entonces, nunca había sido sometida a tamaña prueba de veracidad, estuvo a punto de traicionarme. Reprobar dos cursos en la universidad merecía un castigo, pero mentirle al viejo y subestimar su inteligencia al pretender que creyera en la originalidad de ese papel trucado por "el moñero", me condenaba a la expulsión del hogar. Cuando creí que ya todo estaba perdido, las palabras del viejo me llenaron de una paz angelical.
- Estoy orgulloso de ti hijo, me habló colocando su mano sobre mi hombro.
- Gracias papá, le respondí tímidamente.
- Haz hecho un buen trabajo en tu primer ciclo - volvió a decir - Yo sabía que tenías madera para el periodismo.
- Siempre me gustó la prensa. Desde niño, lo recuerdas...
- Así es Rodrigo. Tú siempre narrando los partidos de fulbito callejero, grabando tu voz en la radio portatil como si contaras las noticias ja,ja,ja,ja Y mira que yo, al principio, quería que fueses tubero como tu viejo.
- Pero a mí no me gusta eso de los tubos.
- Lo sé hijo. Lo sé. Por eso quiero pedirte disculpas. Los padres, a veces, cometemos el error de obligar a nuestros hijos a que sean como nosotros. Pero eso ya pasó...Toma - me dijo entregándome un billete de cincuenta soles - Es para que te diviertas esta noche...Y no pienses que te lo voy a descontar de los ahorros en tu cuenta. Esto es un premio especial. Anda, ve a la fiesta, disfruta tu juventud...
El efecto adormecedor de las cervezas, los bailes sensuales y provocativos de Marilyn y el posterior derroche de besos que hizo mi compañera de clase sobre mis labios me eximieron de toda culpa por haber engañado al viejo; fresco como una lechuga llegué a casa cuando el sol se aprestaba a despertar, me tiré a la cama y dormí empiernado a mi almohada, imaginando que la afinada silueta de Marilyn era la que se abrigaba a mi lado. Como al medio día levanté, sintiéndome un patán. Tomé el teléfono y llamé a Adrián para saber si algún remordimiento lo rondaba, pero el pendejo no había llegado aún a su casa. "!¿Qué no está contigo?!", le oí decir sorprendido a Don Alonso, el padre de Adrián, al otro lado del auricular. "Ehhh, bueno sí, estaba; pero ya se fue y quería saber si llegó bien", respondí tratando de salvar mi grosera metida de pata. Más tarde Adrián me devolvió la llamada.
- Oye huevón casi la cagas con mi viejo...
- Es que no sabía nada..
- Sí, sí me olvidé de avisarte.
- ¿Y dónde estabas?
- Con Karla pues...
- Y qué pasó, cuenta...cuenta..
- Nada pendejo; eso no se dice. Acaso no sabes que los caballeros no tenemos memoria.
Durante las vacaciones Adrián empezó a tomar clases de inglés; Doña Aurora, su madre, quien radica en Estados Unidos hace más de una década, se lo exigió.
- Mi vieja quiere llevarme a vivir con ella; me ha pedido que estudie inglés y también que vaya leyendo algo sobre la historia de los gringos para postular a una universidad por allá; me contó una tarde de verano, mientras disputábamos un aguerrido encuentro de soccer en su nintendo.
- ¿Y qué piensas hacer? ¿Te irás? le pregunté.
- Nada pendejo, ni loco me quito de aquí; al menos no por ahora. La vida fuera del país es bien dura y no estoy para hacer grandes sacrificios aún...
- Si yo fuera tú no lo pensaría dos veces y me iría...
- Entonces le diré a mi vieja que te adopte y te lleve ya...
- No está mala la idea...
- Juega nomás huevonazo y no digas cojudeces...
Aunque Adrián trató, por todos los medios, de convencerme de hacer el curso con él, no pudo conseguir su propósito. Mi destino parecía tener otro rumbo aquél verano. Prácticamente me vi en la obligación de trabajar para costear los delicados gustos de Marilyn; quien había despertado en mí pasiones lujuriosas que hasta entonces no vivenciaba; haber conquistado sus livianos labios me parecía poca cosa, ante el deseo impúdico de poseerla; algunas noches, preso de la alucinación más acalorada, imaginaba a mi compañera de clase volando en mi habitación como si fuese una abeja, la abeja reina que busca el panal; de pronto ella caía sobre mí y se apostaba en mi sexo, entregándose a él con una vocación irrefrenable; al despertar descubría la espantosa humedad de mis sábanas. El único camino que conocía para abandonar aquél estado de exasperación hormonal que por momentos me resultaba incontrolable, era alcanzando el grado de Dios Todopoderoso y hacedor en todos los confines de la liviana anatomía de Marilyn. Tal propósito, obviamente, requería de un proceso de "endulzamiento" y dedicación hacia mi compañera, que sabía tomaría su tiempo y demandaría, además, una inversión monetaria, lo que me obligó a buscar un empleo y desechar, sin más remedio, la posibilidad de conocer un ramillete de radiantes y coquetas chiquillas matriculadas en el curso de inglés.
Antes de poner en marcha mi estrategia enamoratoria, consulté con el especialista más acertado en la materia que yo conocía: Adrián. Los plazos que "el flaco" manejaba para "levantarse" a una chica eran bastante inmediatos. "Métele sus tragos pues pendejo, verás que al toque te atraca. A mí nunca me falla; además tú tienes la ventaja que ya te la chapaste y se nota que le gustas a la flaca", fue su consejo, el mismo que descarté sin dudar, pues detrás de mis aspiraciones carnales, había descubierto un cosquilleo volcánico en mi corazón que impedía tratara a Marilyn como una chica fácil, por el contrario, casi sin darme cuenta, me estaba comportando como un complaciente y servicial monaguillo siempre dispuesto a atender sus caprichos.
El más contento con mi repentina incursión en el mundo laboral fue “el viejo”. Desde que empecé a chambear como ayudante, en el taller mecánico de Don Lupe, me atiborró de consejos y enseñanzas sobre el arte de arreglar autos. La mecánica es otra de las cosas que le apasionan a mi padre, todo a raíz de que se compró un viejo wolsvagen al que le hizo mil reparaciones para ponerlo a rodar. Apenas terminaba mi trabajo matutino en el taller corría a casa para almorzar, pues el negrero de Don Lupe, encima que pagaba poco, me daba apenas cuarenta y cinco minutos de refrigerio, tiempo en el que “el viejo” se desvivía con explicaciones acerca de la combustión, la fuerza motriz, la electricidad del automóvil y tanta cojudez más que poco me importaba; la única mecánica que causaba en mí un interés voraz era la que podía sugerirme el cuerpo de Marilyn, que dicho sea de paso, gracias a una perfecta segregación de estrógenos, continuaba embelleciéndose. Entre salidas a bailar, al cine, paseos, obsequios y complacer los gustos gastronómicos de mi compañera, veía evaporarse mi salario semana a semana; un par de ocasiones el dinero llegó incluso a quedarme corto y tuve que recurrir al viejo por un préstamo. Mi padre, por entonces, se sentía tan orgulloso de su primogénito que difícilmente se negaba a algún requerimiento mío, tal como ocurre ahora con Katia. Quien se mostraba en total desacuerdo con mi actitud entreguista y sumisa era Adrián. Los domingos por las tardes lo decretamos como "nuestro momento"; ya sea que él viniera a mi casa, yo fuera a la suya o nos entregáramos a prolongadas charlas telefónicas, aquél encuentro tenía carácter de impostergable; un rato analizábamos los partidos de fútbol del campeonato profesional, otro momento estaba dedicado a recordar burlonamente a los compañeros de la univeridad - material humano había de sobra para ello -; pero lo más importante era ponernos al tanto de todo lo que acontecía en nuestras vidas durante la semana. A poco de terminar las vacaciones, Adrián vivía encumbrado en una racha envidiable de conquistas femeninas, mientras que yo seguía inmerso en el proceso que Marilyn había denominado: "conocernos un poco más" y que incluía toda esa parafernalia enamoratoria que saqueaba mis bolsillos, pero que no daba aliento a mis aspiraciones lascivas. "Gastas como mierda y sólo te la chapas. No seas huevón Rodrigo, la flaca te está viendo la cara de cojudo. Puta mare en dos meses ya me tiré a medio instituto y tú no puedes con una sola...", me decía. Hubiese podido pensar que "el flaco" sólo alardeaba de su éxito con las mujeres y que todas esas historias cargadas de erotismo y lujuria que contaba, pertenecían a la trama de alguna película porno, de las que él era aficionado confeso. Sin embargo para desbaratar cualquier duda y reafirmar su triunfo, el muy pendejo se guardaba, como prueba fehaciente de su hazaña, el calzón de su casual compañera. Entonces la mirada se le llenaba de un líbido enfermizo y mostrándome la prenda se ponía a gritar como loco: "fuck your ass (te doy por el culo)... fuck your ass (te doy por el culo)..ja,ja,ja,ja,ja,ja".
Pintura: El odio de Telemaco
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Muy bien...pero saca la 4ta parte al toke pues...se pierde la ilación!!!
ResponderBorrarNo vaya a ser que la saques para navidad
(=
ResponderBorrarAcabo de leer las 3 entregas de esta saga, y me gusta mucho ... sabes? tirapiedras, tirachungas o tirarrocas, tienes mucho talento y te felicito ... espero con ansias la siguiente entrega!!!!!
ResponderBorrarAsí es, el amor , es solo para los que no tienen corazón , los que son muy fuertes...No para personas débiles.. * _ *
ResponderBorrarGracias por seguir la novela. Hace un año que sentía la necesidad de contar esta historia, de crear un mundo en torno al amor que no recayera en las clásicas historias románticas sino que fuera una enseñanza de vida curtida con pasajes sarcásticos de una realidad que quizás muchos la hayan vivido. El amor es para los valientes pretende descifrar los códigos del amor, no sólo en el ámbito de la pareja sino en la familia, el amor por los sueños y los enmarañamientos cotidianos de este sentimiento al que nadie es esquivo y que sólo aquellos con valentía se atreven a domarlo..Disculpen la demora en el lanzamiento de los capítulos, pero a veces las luces se me apagan y a mí me gusta escribir siempre con luz :D
ResponderBorrarBendiciones a todos...
P.D. Tucuy Rucuy ya empezaste la convocatoria para mi secretaria?
Enserio tu Blog me gustó, pues, estos temas son muy modernos y estan mesclados con la triste y cruda realidad de la Rutina vida. Congrats...
ResponderBorrarSi.. el anterior fui yo Ron Fuentes . ^^
ResponderBorrarme gusto ,saludos desde japon
ResponderBorrarGracias. Pronto habrán nuevas historias. Un Abrazo y Feliz Año Nuevo :)
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