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- !Rodrigo!...!Rodrigo! - llama mi madre mientras le da golpecitos a la puerta de mi habitación
No tengo ganas de responder. Es más ni siquiera tendría porque hacerlo, pues para esta hora este cuerpo desbalijado de ilusiones, de anhelos, sin esperanza, no debía ser más mío sino de la muerte. Hace semanas que me armé de un pequeño arsenal de pastillas: Nascarat Sódico de 500 mg. Una dosis exagerada del medicamento puede paralizar, en poco menos de una hora, el corazón más fuerte. Desaparecer el sufrimiento empernado en el alma. Acabar, a punta de convulsiones, con la frustración. Que lástima que hasta ahora no haya podido armarme del valor suficiente para descascarar las tabletas y zamparme de un solo porrazo el Naproxeno.
- !Rodrigo!...!Rodrigo! - vuelve a decir mi madre, tocando esta vez con más insistencia la puerta.
Si yo decidiera al fin quitarme la vida, no dejaría ni una sola pista que delatara el motivo de mi fatal decisión. Nada de cartas ridículas, autocompasivas, culposas; sería injusto responsabilizar a alguien por mi estupidez. Aunque claro, las miradas se dirigirían velozmente hacia Sofía, mi ex - novia; y es que las desiluciones amorosas cuentan con cierto privilegio en las estadísticas que suponen el motivo de los suicidas para quitarse la vida. Me pregunto cuál sería la reacción de Sofi. ¿Remordimiento? ¿Pena? Quizás nada eso, y por el contrario en su rostro se hallen destellos de alivio, pues al fin podría descansar del inoportuno que le timbra al celular de madrugada y le envía mensajes de texto por montones recordándole que aún la ama.
- !Rodrigo!...¿Estás despierto hijo? - Insiste mi madre, preguntando con preocupación, tratando de encontrar alguna respuesta más allá de la puerta.
Sigo en silencio. Imagino el rostro de mamá al momento de abrirse la puerta. Sus gritos desconsolados. El posterior desmallo. A esa hora ya sería demasiado tarde. Todo intento por rehanimar mi corazón resultaría inútil. ¿Qué cara de mierda tendría yo estando muerto? Eso no lo puedo imaginar. Total, de nada sirve preocuparse por ello. Al fin no existiría una sola cosa en la que yo deba desgastar mis neuronas. Al fin dejaría de importarme si Sofi se acuesta o no con otro huevón. Ya nada importa, estoy rendido en mi cama, abrazando la enorme Biblia que mamá me obsequió, abierta justo en el libro de los Salmos. Como diría el viejo: !Uno nunca debe perder la Fe carajo! Es lo que repite - en un tono más dulce claro está - Jesús Adrián Romero en sus canciones, que suenan como una melodía de consuelo para todos aquellos que se avalanzan sobre mi inútil cuerpo. Ahora más inútil de lo que ha sido durante los últimos meses.
Si yo decidiera al fin quitarme la vida, pasaría de ser un simple cojudo desmotivado a convertirme en un desalmado, cobarde, irresponsable, malagradecido que asesina a su madre.
- Dime mamá - respondo al fin.
- Tu desayuno está listo hijo. ¿Ya vas a bajar?
- Sí. Ahora bajo.
Imagen: The Krystal Matrix
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presentará lo mejor del vídeo independiente peruano. Atención a n...
Hace 1 semana.
Lo siento tira piedras, pero esta y el anterior me gustaron más que el tercero
ResponderBorrarMe agrada la última parte; la reflexión acerca del suicidio, esa falta de egoísmo. Lo anterior a ello me parece una cavilación ordinaria sin sorpresas.
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