Estimados Tucuy Ricuy y Tira Piedras:
Las licencias poéticas permitirían mandar a la mierda a alguien y decirle luego que se le quiere y se le respeta. Claro, siempre quedaría la duda; y quizás eso mismo sea la poesía y, en gran medida, la literatura: una duda, un juego de insinuación; si decimos las cosas con la sólida claridad con que se nos presentan, corremos el riesgo de transformar un texto artístico en uno informativo, ergo, con pronta fecha de caducidad. Si todas las cosas fueran claras en este mundo, no cabría lugar a ningún tipo de manifestación artística. Si buscamos una razón para un texto literario, deberíamos empezar a buscar una razón a escribir, actividad generalmente suicida, pero vital, para quienes lo hacen con verdadera vocación. Si vamos a medir los textos con la vara de la funcionalidad o la instrumentalidad, estaremos viendo a la literatura o la poesía como un medio, y no como un fin en sí mismas, que es como yo las veo. El arte no sirve para nada, sólo para endemoniar más a los artistas. El proceso de creación tiene múltiples fuentes, orígenes o explicaciones, pero no tiene una razón que la justifique, cosa distinta es la interpretación que cada persona pueda darle. El arte no tiene un sentido como no tiene sentido el canto de un pájaro o el crepúsculo arrebolado (y no lo digo yo, sino Borges), sin embargo producen efectos singulares, como en mi caso, por ejemplo, me hacen la vida…digamos que más llevadera. La utilidad que le puedan dar los inescrupulosos traficantes del arte, es otra cosa, repudiable por cierto.
Pues bien, a mí se me censuró un texto literario por la causal de no tener una razón suficiente que lo justifique, o por lo menos una dirección; lo cual es completamente cierto: mis textos no llevan a ningún lado, como no llevan a ningún lado los cuentos de Julio, de Jorge Luis, o de Franz; ya sé que resulta atrevido ponerme al lado de tan grandes maestros, pero podría citar a los más modestos de sus descendientes y el ejemplo no perdería efectividad porque estoy seguro que en ningún caso es necesario de una razón para que un cuento o un poema pueda provocarnos placer. Que unos y otros nos provoquen placer en mayor o en menor medida, es cuestión de gustos.
Siempre he sido un artista insular y a menudo me asaltaba la idea de haber hecho mal en involucrarme en este blog, por eso me mantenía lo más distante que podía, claro que si te envían cada nueva entrada del blog a tu correo electrónico la cosa se volvía un poco más difícil, y a menudo hice click en seguir leyendo, y en fin, lo cierto es que aprecio sus obras y sus opiniones, y es por ello que un deseo de integración ha rondado, con frecuencia, por mi mente, pero siempre he confiado más en la frase de Woody Allen: “Jamás pertenecería a un club que me tuviera a mí como uno de sus miembros”
De todos modos, debo agradecerles el hecho de haberme tomado en cuenta para publicar en este blog; a ustedes ya les dije, en privado, todo cuanto tenía que decirles, pero aclaro, porsiacaso, que me siguen pareciendo grandes tipos y sus escritos merecen todo mi respeto y admiración, algunos incluso envidia insana.
Sin embargo, el malestar de la censura también fue el pretexto que me motivó a escribirles un poema que no se ajusta a la realidad de los sucesos ni de mi sentir o de mis opiniones, y que, por supuesto, no tiene razón alguna de existir; por lo demás está cojo y arrastra muchos versos ripiosos, pero ahí se los dejo.
(Si el control de calidad de este blog lo permite, podrán leerlo todos los amigos de operaciónfishland)
Las licencias poéticas permitirían mandar a la mierda a alguien y decirle luego que se le quiere y se le respeta. Claro, siempre quedaría la duda; y quizás eso mismo sea la poesía y, en gran medida, la literatura: una duda, un juego de insinuación; si decimos las cosas con la sólida claridad con que se nos presentan, corremos el riesgo de transformar un texto artístico en uno informativo, ergo, con pronta fecha de caducidad. Si todas las cosas fueran claras en este mundo, no cabría lugar a ningún tipo de manifestación artística. Si buscamos una razón para un texto literario, deberíamos empezar a buscar una razón a escribir, actividad generalmente suicida, pero vital, para quienes lo hacen con verdadera vocación. Si vamos a medir los textos con la vara de la funcionalidad o la instrumentalidad, estaremos viendo a la literatura o la poesía como un medio, y no como un fin en sí mismas, que es como yo las veo. El arte no sirve para nada, sólo para endemoniar más a los artistas. El proceso de creación tiene múltiples fuentes, orígenes o explicaciones, pero no tiene una razón que la justifique, cosa distinta es la interpretación que cada persona pueda darle. El arte no tiene un sentido como no tiene sentido el canto de un pájaro o el crepúsculo arrebolado (y no lo digo yo, sino Borges), sin embargo producen efectos singulares, como en mi caso, por ejemplo, me hacen la vida…digamos que más llevadera. La utilidad que le puedan dar los inescrupulosos traficantes del arte, es otra cosa, repudiable por cierto.
Pues bien, a mí se me censuró un texto literario por la causal de no tener una razón suficiente que lo justifique, o por lo menos una dirección; lo cual es completamente cierto: mis textos no llevan a ningún lado, como no llevan a ningún lado los cuentos de Julio, de Jorge Luis, o de Franz; ya sé que resulta atrevido ponerme al lado de tan grandes maestros, pero podría citar a los más modestos de sus descendientes y el ejemplo no perdería efectividad porque estoy seguro que en ningún caso es necesario de una razón para que un cuento o un poema pueda provocarnos placer. Que unos y otros nos provoquen placer en mayor o en menor medida, es cuestión de gustos.
Siempre he sido un artista insular y a menudo me asaltaba la idea de haber hecho mal en involucrarme en este blog, por eso me mantenía lo más distante que podía, claro que si te envían cada nueva entrada del blog a tu correo electrónico la cosa se volvía un poco más difícil, y a menudo hice click en seguir leyendo, y en fin, lo cierto es que aprecio sus obras y sus opiniones, y es por ello que un deseo de integración ha rondado, con frecuencia, por mi mente, pero siempre he confiado más en la frase de Woody Allen: “Jamás pertenecería a un club que me tuviera a mí como uno de sus miembros”
De todos modos, debo agradecerles el hecho de haberme tomado en cuenta para publicar en este blog; a ustedes ya les dije, en privado, todo cuanto tenía que decirles, pero aclaro, porsiacaso, que me siguen pareciendo grandes tipos y sus escritos merecen todo mi respeto y admiración, algunos incluso envidia insana.
Sin embargo, el malestar de la censura también fue el pretexto que me motivó a escribirles un poema que no se ajusta a la realidad de los sucesos ni de mi sentir o de mis opiniones, y que, por supuesto, no tiene razón alguna de existir; por lo demás está cojo y arrastra muchos versos ripiosos, pero ahí se los dejo.
(Si el control de calidad de este blog lo permite, podrán leerlo todos los amigos de operaciónfishland)
Quizá no han advertido mi salida
pero sin fiesta de despedida
como observaron u observarán
de este blog tan bacán
fui vilmente censurado
por eso voy, señores del jurado
a exponer en este momento
yo mismo mis argumentos,
ya que no tengo abogado
Cuando me llamaron vine presto
y publiqué “Los libros sí muerden”,
texto al que dieron luz verde
y del que hablaron bien, siendo honesto
pero publicado el segundo texto
y sin chance a que reclame
me jalaron en el examen
de control de calidad,
haciendo añicos mi vanidad
ya que sin pedir mi dictamen
retiraron, sin más, mi escrito,
¡y sin ponerme sobre aviso¡,
porque el que quiso así lo quiso.
Y yo, como buen poeta maldito
me declaré pronto proscrito
y me marché a un lugar peor
no sin antes darle una flor
a estos muchachos tan regios:
Si ustedes me dieron un privilegio,
yo les concedí el honor
No es que me queje por vicio,
ni que sobrevalúe mi literatura,
es sólo que la censura
a mí me saca de quicio
¿valió la pena el sacrificio?,
¿Quién controla la calidad
del control de calidad?
¿y la libertad de expresión
(artículo 2 inciso 4 de la Constitución)?
Mi texto no tenía una razón, es verdad
Para mí ya se acabó la fiesta
(nunca supe bailar con la más fea)
y no me voy, aunque no crean,
tan contento de dejar expuesta
mi amarga voz de protesta;
y si a alguno causé vejamen
Juan sabe mi número, no me llamen,
ni me inviten a un par de cervezas,
ni a charlas que no me interesan
Desatentamente, El Infame.
pero sin fiesta de despedida
como observaron u observarán
de este blog tan bacán
fui vilmente censurado
por eso voy, señores del jurado
a exponer en este momento
yo mismo mis argumentos,
ya que no tengo abogado
Cuando me llamaron vine presto
y publiqué “Los libros sí muerden”,
texto al que dieron luz verde
y del que hablaron bien, siendo honesto
pero publicado el segundo texto
y sin chance a que reclame
me jalaron en el examen
de control de calidad,
haciendo añicos mi vanidad
ya que sin pedir mi dictamen
retiraron, sin más, mi escrito,
¡y sin ponerme sobre aviso¡,
porque el que quiso así lo quiso.
Y yo, como buen poeta maldito
me declaré pronto proscrito
y me marché a un lugar peor
no sin antes darle una flor
a estos muchachos tan regios:
Si ustedes me dieron un privilegio,
yo les concedí el honor
No es que me queje por vicio,
ni que sobrevalúe mi literatura,
es sólo que la censura
a mí me saca de quicio
¿valió la pena el sacrificio?,
¿Quién controla la calidad
del control de calidad?
¿y la libertad de expresión
(artículo 2 inciso 4 de la Constitución)?
Mi texto no tenía una razón, es verdad
Para mí ya se acabó la fiesta
(nunca supe bailar con la más fea)
y no me voy, aunque no crean,
tan contento de dejar expuesta
mi amarga voz de protesta;
y si a alguno causé vejamen
Juan sabe mi número, no me llamen,
ni me inviten a un par de cervezas,
ni a charlas que no me interesan
Desatentamente, El Infame.
Un abrazo.
Aplaudo desmido,
ResponderBorrarla epístola de tu diáspora.
Aunque ya nada tenga sentido,
y así el arte no defina su uso
con lo que dijo un francés ruso
yo quedo complacido.
"El arte es sobre todo un estado del alma."
No hay mayor despedida que la eterna presencia.Cuídate.
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