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lunes, 14 de marzo de 2011

DELIRIOS DE TRITÓN - Nerón incendia Chimbote


El artista psicótico, retratado en las documentaciones de Suetonio y Dión Casio, nos trae a la mente a un Nerón amante de la belleza, de la perfección, de la superposición de las formas sobre el fondo. Él era el rey del mundo y también su destructor. Sus delirios eternos hacían sonreír a los muertos desde sus tumbas, y quienes se oponían a su grandeza sólo conseguían mirar un cadáver frente al espejo. 

Si este artista, cómicamente, hubiera sido el emperador de Chimbote. Difícilmente lo imaginaríamos desde su triste palacio frente a la Plaza de Armas con entusiasmo aprobatorio. Sino más bien, paseando sus ojos lacónicos sobre un catatónico plan de desarrollo urbano que originariamente parió sesenta manzanas cuadradas, se habría alocado siete veces siete. 

De haber conocido Nerón a Enrique Meiggs, responsable de semejante sosería, lo habría atado sobre un poste, como en las Justas Neronianas, para luego recubrirse con una piel de animal y destrozar sus miembros viriles cual bestia endemoniada. Finalmiente su negro Dióforo ultimaría su destino cual verdugo fiel.

De haber ascendido al trono en el tiempo de Banchero, lo hubiera desposado con una anchoveta, el matrimonio lovecraftiano, desarrollado a orillas de la Isla Blanca, hubiera albergado como invitados especiales a otros empresarios y asociados locales a quienes hubiese sodomizado con cuantas variedades de íctias existieran en nuestro litoral. Ya bien compenetrados con las criaturas marinas, hubiesen sido todos arrojados a él, para ser luego capturados por sus propias redes, cual destino no sería otro sino transformarse en harina de pescado. 

En nuestros tiempos habría llevado al Estadio Centenario a los armadores pesqueros y otros mercaderes de nuestros recursos ictiológicos a una borrachera dantesca patrocinada por la envenenadora Locusta. La enorme mesa del banquete colocada de manera transversal se hubiera visto rodeada de innumerables juegos y actuaciones, mientras uno a uno iba muriendo por el poder de la pócima. Algunos otros sobrevivientes al procurar escapar serían reducidos en inmensos charcos de sangre por los gladiadores de la localidad. 

Quizá más a la mano de los nuevos juguetes de la ciencia moderna podemos imaginarnos a Nerón portando un lanzallamas y arrojando discriminadoras granadas a una que otra construcción huachafa, faltosa a los lineamientos de la buena arquitectura. Contra las fábricas de harina de pescado se hubiese encaramado por los cielos con su criado Faonte y su escudero Epafrodito en un Mirage F1 para desprender sobre ellas los proyectiles incendiarios. 

Y tal vez, ya no al compás de una lira, sino al ritmo de una consola de DJ, hubiese construido una nueva ciudad, sobre la base de un plan regulador propuesto por José Luis Sert y Paul Lester Wiener


Esta nueva ciudad, abrigaría en su corazón, un hermoso complejo palaciego denominado Tritonia, como muestra de que nuestra cultura es una de eterno mestizaje y que puede incluir también acervos latinos, siempre y cuando dicho sincretismo sea armonioso y estético.

Pero su alegría no duraría mucho, el pueblo se levantaría, juntos a los movimientos sindicales, reclamando el reinicio de la industria de la pesca. La ONU hubiese respudiado los hechos y pregonado el respeto a los derechos humanos y la G8 lo habría declarado enemigo mundial.  Se habría configurado la necesidad de dar un golpe de estado para dar fin al gobierno de un personaje depravado. Muerto de miedo, y con el rechazo de sus antiguos aliados, nuestro amigo hubiese corrido despavorido por las calles frente al registro óptico de miles de celulares, sumido en la depresión y respirando sus propias lágrimas. Al final, frente al traidor sentimiento de culpa, la decisión de apuñalarse lo habría extinguido, pero no sin antes decir  “¡Qué gran artista pierde el mundo!”

Juan Antonio Alvarez Gavidia
http://twitter.com/JuanAntonioAG

4 comentarios:

  1. Me gustó, pero me dejó confundido, en otra oportunidad comentaré.

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  2. No creo que esté divagando, el tema es la destrucción de lo "malo" para la construcción de lo "bueno", en un contexto maquiavelista.

    En lo que quizá esté de acuerdo, es que no es un artículo de opinión, sino un texto que se puede prestar a muchas opiniones.

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