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lunes, 10 de marzo de 2014

Serapio Baca Tamayo, el maquinista



A sus 94 años recuerda con júbilo la época del ferrocarril

Antes de las seis de la mañana tenía que estar en pie y empezar a prepararme para salir rumbo a la estación ferroviaria, ya que el tren partía de Chimbote hacia Huallanca a las siete en punto”, cuenta don Serapio Baca, aflorando recuerdos con una nitidez que a sus 94 años resulta sorprendente. Último de cuatro hermanos, don Serapio vio la luz del mundo el 14 de noviembre de 1919. A pesar de sus años, conserva la contextura esmirriada que lo caracterizó en su juventud y posee el sentido exacto de ubicación de los hechos, una memoria bibliográfica y equilibrio emocional, cualidades que, según él, todo buen maquinista debía tener para conducir los vagones del tren con sobriedad por la difícil serranía ancashina. Su padre, Espíritu Baca, un contratista constructor, estuvo a cargo del levantamiento de los terraplenes desde Chuquicara hasta Galgada, por eso don Serapio nació en la estación La Limeña, cerca de Chuquicara. “A mí me gusto desde niño el ferrocarril, por eso me dediqué desde muchacho a ser ferroviario”, afirma con mirada vivaz.


Su pasión por los trenes lo llevó a enrolarse como fogonero (ayudante de maquinista) a los 17 años. Transcurría el año 1937 y la locomotora a vapor era un boom en el transporte regional. “Hasta antes del año 1947 los trenes a petróleo o carbón, llamados también a vapor, eran de carga y pasajeros, que los reglamentos del ferrocarril estipulaban como trenes mixtos. Se salía lunes a las siete de la mañana y se llegaba a Huallanca a las cinco de la tarde, cargando y descargando pasajeros y bultos durante el trayecto. Los miércoles se retornaba de Huallanca, también a las siete de la mañana, y se estaba otra vez en Chimbote a las cinco de la tarde”.

Los trenes a vapor transportaban en cada viaje de 60 a 70 personas; por entonces hubo una doble administración: De Chimbote a Tablones la Peruvian Corporation controlaba el servicio; mientras que de Tablones a Huallanca, el Estado (a través del Ministerio de Fomento) administraba el tren. Don Serapio trabajó en un principio para El Estado, en la ruta Tablones-Huallanca, hasta el año 1944, fecha en que La Corporación Peruana del Santa - fundada un año antes - asumiría la administración de toda la vía ferroviaria.

Luego de cinco años desempeñándose como fogonero, don Serapio asciende a maquinista, un cargo para el que parece haber nacido, pues durante casi tres décadas condujo el tren con maestría y dedicación. “Para mí vivir conduciendo el tren era la felicidad”.

En el año 1947, llegó a Chimbote, la máquina Diesel Porter, un moderno tren eléctrico que mejoró el transporte en la región. “La Porter, cambió el itinerario de viaje. Salíamos de Chimbote a las siete de la mañana y al medio día ya estábamos en Huallanca, de donde retornábamos a la una de la tarde para estar otra vez en Chimbote a las cinco. Todo en un día. Diariamente viajaban de 80 a 120 personas, pero en fiestas patrias y navidad la cifra llegaba a los 600 pasajeros. El paso del tren era celebrado con algarabía. En el Mirador se vendía fruta que venía del valle de Macate. En Vinzos, la causa, los plátanos y cachangas”, relata don Serapio con la pasión con la que solo puede hablar un hombre que amó su trabajo.

“Cuando llegó el momento de mi jubilación tenía recién 49 años (1969) un año antes del terremoto del 70. Fue muy difícil dejar de lado la actividad ferroviaria, porque me sentía con fuerzas para seguir; pero ya tenía 30 años de servicio, y con sólo 25, podía jubilarme.”

Don Serapio pasa sus días en calma, satisfecho por haber realizado lo que siempre quiso hacer en la vida (maquinista). Recuerda que Odría fue el único presidente que viajó en el tren, las gollerías y convites que les brindaba la Corporación Peruana del Santa a sus trabajadores, el paisaje Ancashino, tan verdusco y montañoso a la vez, perpetuado en su memoria como una fotografía. Lamenta en silencio que el tren no haya podido continuar hasta la actualidad; pero sin embargo sonríe, se emociona y recupera el espíritu de sus mejores años cada vez que alguien lo visita en su casa para oírlo narrar su fascinante historia.

7 comentarios:

  1. Me encantó la forma como relatas la historia del Sr. Baca Tamayo, percibo la sensibilidad, los contrastes con la historia, los registros de lugares en Ancash que son paisajes fenomenales, en fin una biografía forjada por el convencimiento de un niño que toda su vida soñó con el ser el maquinista que todos celebran a su paso y aún más en la bienvenida. Saludos, te sigo desde ahora.

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    1. Excelente historia que tengo la suerte y el orgullo de oirla siempre de la misma persona DON SERAPIO BACA, ya que es TIO y PADRINO a la vez, todo un orgullo cuando se le escucha contarla y sorprender más la exactitud como narra los hechos con fechas y todo.

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  2. Gracias por apreciar este relato. Tuve la fortuna de entrevistar a Don Serapio y pasar una tarde con él, escuchándolo narrar su historia. Allí radica que la narración tenga tan sensibilidad, pues la misma que me transmitió Serapio Baca y yo pude transcribir en estas líneas. Gracias por seguirnos.

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  3. :O Me gusto mucho leer el relato, desearía poder conversar con él ... Mucha de mi familia viene de la zona de el mirador y sus alrededores.

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  4. Tenia igual mi padrino que en vida fue don Toribio Moreyra gomez, tambien maquinista aun trato de buscar y saber su historia, fallecio cuando yo tenia 5 años halo del año 1970

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  5. No seas mesquino amigo y por lo menos menciona al sr. Angel Infantes, compañero del don serapio y se ven juntos en foto de jovenes y hace unos años de igual manera a lado de la locomotora que esta en el vivero.

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    1. No teníamos referencia del señor Angel Infantes, sería bueno que compartas parte de su historia por este medio para saber más de él.

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