Cada vez que asoma el mes de Mayo
en el calendario, me siento amenazado por un tenaz bombardeo mediático que intenta
filtrarse en mi conciencia para convencerme de que la mejor manera de agradecer
y premiar a mi madre por todas las bienhechoras obras que ha hecho en mi vida (siendo
éstas infinitas se hacen imposibles de contar), es regalándole un sofisticado
horno microondas, una moderna refrigeradora con múltiples compartimientos, el
último modelo de celular táctil con conexión ilimitada al Facebook u obsequiándole algún otro producto de la
variopinta cartela de artículos que se ofrecen con el slogan de “Haz Feliz a
Mamá en su Día”.
Hace unos años sucumbí ante la perspicaz oferta comercial y abandoné a la mitad el entonado poema que le escribía a mi madre, el mismo que debía leer durante el almuerzo familiar del segundo domingo de mayo. Aquella vez me deshice de los ahorros anuales y cambié mi abnegado hábito poético por la compra de una ágil lavadora de cinco velocidades que además de ello centrifugaba la ropa, dejándola lista para el tendedero. Desde luego mamá se sorprendió al ver ingresar la enorme caja que contenía el electrodoméstico. Tan pronto descubrió su regalo me clavó una mirada que yo descifré como: “Ya, ahora puedes leerme el poema hijito”. Esa tarde la sentí como una impostora celebración del Día de la Madre. La expresión de la mujer cuyo amor tiene como fecha de caducidad: PARA TODA LA VIDA era distinta a la del pasado, lucía más fría, apagada, hasta podría decirse que con un aire desconsolado. Para aliviar mi conciencia esa misma noche busqué entre mis antiguos escritos un poema de los tiempos de la escuela. No era gran cosa, pero recordé que mamá se había emocionado hasta las lágrimas cuando lo leí en la actuación del colegio. Antes de la media noche fui a buscarla en su habitación y la encontré dormida junto a mi padre. Sin que notara mi presencia dejé en su mesita de noche un sobre que contenía mis versos escolares. Además le escribí la frase: “Sé que este poema te encanta. Te amo Mamá”.
La mañana siguiente, mi madre,
fiel a su costumbre despertó a las 5:00 a.m. (madrugada para mí y muchos
mortales), encomiada para realizar los quehaceres de la casa. Limpió, preparó
el desayuno y se esmeró realizando su deporte favorito: dejar impecable la ropa
sucia. Cuando aparecí en la cocina para desayunar antes de irme al trabajo, ella
con una voz paciente me preguntó cómo se encendía el aparato nuevo. “Aprietas
aquí para prenderla y con estos botones cambias la velocidad”. Mamá asintió
dándome a entender que las instrucciones le quedaron claras. “Ese poema siempre
sonará lindo para mí. Estaba segura de que no te olvidarías de darme uno este
año”. Aunque yo sabía que decía eso para aliviar mi culpa, me sentí peor luego de
escucharla. Por un instante había asumido que todos sus desvelos, su entrega
inagotable, el amor que desafiaba tiempo y espacio podían ser pagados con un
aparato que aunque sofisticado nunca podría igualar a las mágicas manos de mi
madre.
Para el próximo Día de la Madre
terminé con dos semanas de anticipación mi poema maternal. Luego de leerlo en
el tradicional almuerzo dominical del segundo domingo de mayo, mamá me abrazó
emocionada y me susurro al oído unas palabras que han resultado inolvidables
para mí. “Como siempre te quedaron hermosos los versos. Quiero que sepas que cuando
me toque partir, lo único que quiero llevarme conmigo son tus poemas”.
MADRE
De qué pozo volcánico
proviene ese inmenso amor
que se desprende de tus manos.
A media noche te has crucificado
para sanar mis heridas;
por ti he crecido
bebiendo la vida de tus pechos.
¡Oh Diosa terrenal
que tantas veces
venciste por mí el sopor
del sueño!
Sigues aquí cuando
todos ya se han ido,
arropándome con tu manto,
siendo la luz de este oscuro camino.
Tus palabras no envejecen,
tienen en su aliento
la fragancia eterna de los cielos.
Voy a ir a tus brazos,
a correr en ellos como
lo hace la liebre en el campo;
Madre, voy a ir por tu mano,
esa que sabe curar
todo lo que en mí ha tocado.
que se desprende de tus manos.
A media noche te has crucificado
para sanar mis heridas;
por ti he crecido
bebiendo la vida de tus pechos.
¡Oh Diosa terrenal
que tantas veces
venciste por mí el sopor
del sueño!
Sigues aquí cuando
todos ya se han ido,
arropándome con tu manto,
siendo la luz de este oscuro camino.
Tus palabras no envejecen,
tienen en su aliento
la fragancia eterna de los cielos.
Voy a ir a tus brazos,
a correr en ellos como
lo hace la liebre en el campo;
Madre, voy a ir por tu mano,
esa que sabe curar
todo lo que en mí ha tocado.
si te analisas y vez la vida en un sentido mas normal no te desesperes en dale nada material x su dia a tu madre llenale de vesos que es lo que necesita ya que mama nunca se fija en esas cosas ella es mucho mas que un super artefacto y si analisas no le estas dando un regalo ,,al contrario mas trabajo x que kien va hacer la limpieza con esa aspiradora con filtro super potente que le piensas regalar acaso lo usaras tu?
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